La plancha es uno de los electrodomésticos más comunes de uso hogareño. Sin embargo, no siempre fue un artefacto popular. El interés por planchar las vestimentas, se remonta varios siglos atrás; pero no fue sino hasta 1882 que Henry W. Seely, estadounidense, inventó y patentó la primera plancha eléctrica.
Esta afirmación suele ser cuestionada en base a la larga historia que acarrea esta herramienta; pero lo cierto es que el prototipo de Seely fue el que sirvió de modelo sobre el cual se hicieron las modificaciones que llevaron a la plancha tal y como la conocemos en la actualidad.
Los orígenes de la plancha
En la Antigua Grecia, el lucir prendas sin arrugas demostraba una importancia, un elevado nivel social. Para lograr este cometido, se utilizaban rodillos de hierro que se calentaban y se pasaban reiteradamente sobre la ropa para alisarla y marcar los pliegues.
Algunos siglos más tarde, en Roma, las vestimentas eran planchadas y plisadas mediante el martilleo con un mazo plano. Esta herramienta era muy pesada e implicaba la tarea de golpear sistemáticamente las prendas, por lo cual esta actividad quedaba relegada a los esclavos.
En el siglo IV, los chinos empleaban unos cuencos de latón provistos de un mango dentro de los cuales se colocaban maderas aromáticas ardientes. Además de alisar las telas mediante el calor, las fibras quedaban impregnadas por deliciosos perfumes.
La plancha en Europa
Durante el medioevo, en Europa, hasta los vikingos se preocupaban en emprolijar sus vestiduras mediante el planchado. Para ello contaban con una herramienta con forma fungoide que presionaban hacia atrás y adelante sobre las prendas húmedas.
Ya en el siglo XV, había dos clases de planchas en Europa. Las llamadas “cajas calientes” eran huecas y permitían introducir carbón o un ladrillo caliente, las familias menos acomodadas, en cambio, contaban con las planchas macizas que se calentaban directamente al fuego.
Estas últimas contaban con la desventaja de poder llegar a ensuciar las prendas con el hollín que se desprendía de ellas.
En el siglo XIX, con la aparición del gas de alumbrado, se fabricaron planchas a gas. Este invento no tuvo los resultados esperados ya que se producían escapes y explosiones que ponían en peligro a los usuarios.
La innovación de Henry W. Seely
Cuando Seely inventó la plancha eléctrica, en el año 1882, no contó con dos aspectos importantes que frenarían la incorporación del artefacto a los hogares. En primer lugar, no existía suministro eléctrico en las casas; y en segundo, el invento no contaba con un termostato regulable por lo que era común que se quemaran las prendas. En 1897, Charles Carpenter, incorporó a la plancha de Seely una resistencia espiral, lo cual mejoró considerablemente el funcionamiento; pero aún quedaba por resolver el tema no menor del suministro de electricidad.
¿Cuándo se masificó el uso de la plancha eléctrica?
A principios de 1900, llegó finalmente la electricidad a los hogares. Pero únicamente como medio de iluminación, por lo que no se trataba de un flujo continuo de electricidad sino que se reducía a las horas sin luz natural, es decir: a la noche. Earl Richardson, quien había inventado su propio modelo de plancha, decidió hablar con los proveedores de electricidad, y propuso fijar un día de libre flujo eléctrico para el uso de electrodomésticos. Su idea fue tomada en cuenta y fue así como en la década del veinte se vendieron millones de planchas eléctricas para uso doméstico.
La incorporación del vapor y la plancha moderna
En el año 1926, de la mano de Eldec Company, se presentó el primer modelo de plancha eléctrica de vapor. Este artefacto contaba con un depósito para el agua y orificios de salida en su base. Esto impedía quemar la ropa y hacía la tarea menos penosa. Esta innovación se mantiene hasta la actualidad; además, se han incorporado características como la regulación del vapor y de la temperatura, el control anti-quemado y la función de ahorro de energía. Los últimos modelos hasta llegan a prescindir del cableado para su funcionamiento.