Un día de octubre del año 1945 miles de personas se abarrotaron ante la entrada de una tienda de Nueva York para adquirir el primer bolígrafo de los Estados Unidos. El día anterior Gimbels había ocupado una página entera en el New York Times anunciando “un milagroso lápiz que podía escribir durante dos años sin necesidad de ser recargados.” Durante el primer día se consiguió vender todo el inventario que consistía en diez mil bolígrafos.
Pero lo cierto es que este bolígrafo no era completamente nuevo y tampoco funcionaba mucho mejor que los que se habían estado vendiendo años antes. En realidad la historia de este instrumento comienza en el año 1888 cuando un peletero americano, John Loud, patentó un bolígrafo consistente en un depósito con tinta que tenía una pelota que giraba mientras aplicaba la tinta en trozos de piel. Este invento nunca llegó a ser producido ni ninguna de las cientos de patentes que fueron registradas durante los treinta años siguientes.
El siguiente paso vendría cincuenta años después con Ladislas Biro y Georg, su hermano, en Hungría en el año 1935, cuando empezaron a crear diseños nuevos de bolígrafos y formulaciones mejores de tintas para utilizar en las plumas que tanto tiempo hacían perder al tener que estar rellenándolas constantemente.
El problema más importante era la tinta ya que si era demasiado ligera, goteaba y si era demasiado espesa, tapaba el bolígrafo. Además dependiendo de la temperatura que hiciera, podían pasar las dos cosas.
Alentados por el presidente de Argentina, pusieron una fábrica en este país de bolígrafos de balín. Más tarde durante un vuelo hasta allí, se detuvieron en París donde patentaron el bolígrafo.
La evolución del bolígrafo
Posteriormente Miltono Reynolds fue el primer fabricante americano que logró vender con éxito el bolígrafo de balín. Durante unas vacaciones en Argentina vió el invento de los hermanos Biro y pensó que se podría vender en América y puesto que las patentes ya habían expirado, copió gran parte del diseño de los Biro. Además fue él quien trató con Gimbels para que se vendieran por primera vez en un tienda de América. Durante los meses siguientes elaboró millones de ejemplares y consiguió enriquecerse.
Al disminuir la venta de bolígrafos se planteó la posibilidad de inventar otros que escribieran más suavemente y se secara también más rápido, sin que goteara tampoco la tinta. Fueron dos personas las que llegaron a dichos resultados. Uno de ellos fue Frawley que compró a un químico desempleado, Fran Seech, la fórmula de tinta en el año 1949 para comenzar con la ccompañía de plumas conocida con su nombre. Al cabo de un año se encontraba dentro del mercado con un modelo mucho más mejorado: un bolígrafo cuya tinta no se corría y con punta retráctil.
La otra persona que trajo el éxito al bolígrafo fue Marcel Bich. Horrorizado por la calidad tan baja de los bolígrafos que hasta ahora existían, decidió diseñar algo de alta calidad a un bajo precio. Con los hermanos Biro acordó el pago de los derechos de autor y consiguió después de dos años un bolígrafo que escribiera suave, claro y que no goteara, logrando el famoso “bolígrafo Bic”. Por fin el bolígrafo se había convertido en algo práctico para escribir.