Fue en el año 1746 en Boston, Massachusetts, cuando Benjamín Franklin se encontró de golpe con experimentos científicos procedentes de otros científicos, momento en que este personaje que tanto amaba las tormentas y que le fascinaban, transformó su vivienda en un pequeño laboratorio, utilizando máquinas que él mismo creó con objetos que iba encontrando por su casa.
Durante uno de sus muchos experimentos, se electrocutó de manera accidental, lo que le hizo pasar todo el verano del año 1747 experimentando con la electricidad y escribiendo todas sus ideas y resultados en cartas que envió a un compañero y amigo científico de Londres, Peter Collinson, que se encontraba muy interesado en su trabajo.