Si bien la electricidad es un tipo de energía que se produce de manera natural, al ser humano le llevó mucho tiempo observar y comprender este fenómeno para poder darle uso y sacarle provecho. Fueron siglos de observación y otro tanto de experimentación. No podemos determinar un sólo responsable en la autoría de este descubrimiento, nombres como Benjamin Franklin, Thomas Edison y Nikola Tesla se asocian inmediatamente; pero aquí detallaremos otros también menos conocidos.
Conocemos como electricidad al fenómeno de interacción entre los protones y electrones de la materia. Esta interacción puede ser positiva o negativa. El ser humano ha pasado siglos observando el fenómeno eléctrico natural, pero el primer científico del que se tiene registro que demostró un enorme interés en esta materia es Tales de Mileto, quien vivió seis siglos antes de Cristo.
Tales de Mileto descubrió que al frotar un trozo de ámbar contra sus vestiduras, los hilos de ésta se adherían al material. Continuó experimentando con este material y cargándolo de electricidad por frotamiento, llegando a generar las primeras chispas. Tales sería además quien le daría el nombre a este fenómeno al bautizar “elektron” al material de sus estudios, el origen de este término es griego y significa “ámbar” precisamente.
El término “electricidad” entró en vigencia en el año 1600 de la mano del científico William Gilbert, quien al igual que su antecesor, estudiaba la electricidad y el magnetismo. Gilbert publicó el libro “De Magnete” en el cual volcó todos los resultados de su investigación, desterrando muchas creencias populares de la época. Fue la primera persona capaz de explicar íntegramente el funcionamiento de una brújula, por ejemplo. Es conocido como el padre de la electricidad, ya que antes de él, lo único que se sabía era lo comprobado por los antiguos.
Sesenta años más tarde, el físico alemán Otto von Guericke construyó el primer generador electrostático. Este invento consistía en un aislador, compuesto por una bola de azufre que hacía girar con una mano y frotaba con la otra, cargándola así de gran cantidad de electricidad. La bola podía ser descargada al acercarle el extremo de un conductor. Con este experimento observó chispas, atracción de pequeños objetos e inclusive electroluminiscencia.
Otto von Guericke no sabía que había descubierto la transformación de energía eléctrica en luz.
El químico irlandés Robert Boyle, muy interesado en el trabajo de Guericke, observó en el año 1675, que la electricidad era capaz de permanecer en los cuerpos algún tiempo después de haber terminado el frotamiento. El hecho de que Boyle se mostrara interesado en la electricidad hizo que creciera aún más el interés en este fenómeno. Boyle era reconocido por su obra “El químico escéptico”, en la cual fomentaba la experimentación como base de cualquier formulación. Por este libro se lo conoce como el fundador de la química moderna.
La época más importante
El siglo XVIII contó con la aparición de numerosos científicos y avances en materia de electricidad. Stephen Gray hizo uno de los aportes más importantes en el año 1729 al descubrir la conducción de la electricidad. Gray aportó a la investigación sobre la electricidad el hallazgo de que esta puede ser conducida a través de un cuerpo conductor. Si bien este descubrimiento fue relativamente casual, se trató de uno de los más importantes en esta área. Cuatro años más tarde, Charles Francois du Fay demostró que las formas de electricidad pueden ser resinosas (denominadas negativas más adelante) o bien vítreas (conocidas luego como positivas).
En el año 1746, Pieter van Musschenbroek investigó la posibilidad de conservar carga eléctrica en el agua dentro de un recipiente cerrado, demostrado en lo que se conoció como Botella de Leyden y sirviendo de base a los actuales condensadores. En el año 1752, Benjamin Franklin llevó a cabo su famoso experimento de la cometa, remontada en medio de una tormenta, demostró que los rayos eran descargas eléctricas. Esto llevó a la invención del pararrayos entre otras cosas.
La electricidad en el siglo XIX
En el año 1821, el científico Michael Faraday presentó sus investigaciones relacionadas con el electromagnetismo y la rotación electromagnética. Además de consagrarse como un científico exitoso en su época con este trabajo, sentó las bases para el desarrollo, años más tarde, del conocido motor eléctrico. La aparición de la bombilla eléctrica de la mano de Thomas Edison en el año 1879, planteó la utilidad de aprovechamiento de la energía eléctrica.
Los nuevos sistemas de iluminación eléctrica se transformaron en un gran logro a nivel tecnológico. Además, la posibilidad de sustituir el vapor por la electricidad para el funcionamiento de los motores, había revolucionado el campo de la energía. En esta época se produjo un aumento considerable en la demanda de electricidad. Se comenzó a plantear la posibilidad de construir centrales eléctricas con mayor capacidad y de transportar la energía eléctrica a mayores distancias.
Lamentablemente, el sistema de corriente continua de Edison no cubría las necesidades para responder a esta nueva demanda. En 1886, George Westinghouse, un adinerado empresario fundó Westinghouse Electric, que se convirtió en la competencia de la General Electric de Edison. Westinghouse Electric se basó en la teoría de corriente alterna de Nikola Tesla, la cual permitía garantizar viajes seguros y sin tanta pérdida energética como el sistema de Edison.
¿Qué haríamos sin la electricidad?
En la actualidad estamos tan acostumbrados a contar con la energía eléctrica que muy pocas veces nos detenemos a pensar en ella, en cómo se descubrió y quién inventó aquellas cosas que hoy forman parte de nuestra vida diaria. La electricidad nos brinda no solamente la comodidad hogareña sino también la energía necesaria a nivel industrial. El aumento del uso de esta forma de energía ha llevado a la generación de nuevas formas de producción que permiten abastecer la creciente demanda.
Últimamente, se ha cobrado especial interés por el impacto ambiental que tiene el proceso de producción de la energía eléctrica. Esto abarca no solamente la necesidad de regular las prácticas de las grandes centrales eléctricas sino también con la concientización de los consumidores sobre el uso responsable de este recurso y el ahorro del mismo.